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jueves, 10 de septiembre de 2009





La siguiente cita es en otoño, en Sao Paolo, para el festival VideoBrasil, donde Toti presenta sus trabajos y yo tengo un seminario. A la pequeña tele cámara que habíamos llevado a Moscú se suma ahora otra más; la que le ha apenas regalado su mujer, la pintora Marinka Dallos. De frente a una ciudad tan inmensa el VertoViaje se extravía, comienza a convertirse en el posible retrato de una ciudad planetaria que corre el riesgo de volverse toda igual. También aquí filmamos la miseria, la absurdidad de los contrastes entre pobreza y riqueza, las insignias, las salas de juegos, las periferias siempre idénticas. Y nos trasladamos a filmar también en Rio. Son grabaciones amateurs, inestables, realizadas tan solo con la experiencia de la improvisación cotidiana, siguiendo una intuición, una curiosidad o un estupor, haciéndonos guiar por amigos o vagando por las calles.

Pero está tomando cuerpo este proyecto cuasi catalogador, al menos inicialmente, de las pesadillas metropolitanas, del fracaso de las utopías arquitectónicas (y no solo). En Buenos Aires, a donde nos conducen otros compromisos de trabajo, encontramos por casualidad en una librería un texto que nos golpea y que parece hecho apropósito para el proyecto que está naciendo; en un libro titulado Memoria sobre la Pampa y los Gauchos, Adolfo Bioy Casares escribe de “Un futuro bastante próximo en que desde la Tierra de Fuego hasta Alaska se prolongara una sola ciudad ininterrumpida”.

En el festival de San Paolo esta también Pierre Bongiovanni, director del Centro internacional de creación video en Francia. El centro, nacido recientemente, tiene sede en el pueblo de Herimoncourt (Franche-Comte), en un castillo donado al ayuntamiento por la familia Peugeot. El centro se estaba distinguiendo a nivel mundial como un lugar único y extraordinario, de producción de video arte y investigación, acogiendo artistas en residencia, proporcionando estudios y asistencia para la post producción. Habíamos estado en un pasado en el festival de Montbeliard, donde después habíamos visitado el castillo todavía en fase de restauración. Ahora estábamos en la mesa de un café, en San Paolo, hablando con Bongiovanni de nuestro VertoViaje, que ya no era más un VertoViaje porque se estaba convirtiendo, poco a poco según hablábamos, en el proyecto de Planetopolis.

A Bongiovanni le gusta la idea, está dispuesto a apoyar la realización del video, lo cual quiere decir – y es muchísimo, para nuestro proyecto –; posibilidad de disfrutar de los estudios de montaje (video y audio) del centro, y la asistencia de montadores por el tiempo que sea necesario. Esta es una de las prerrogativas del centro; el lujo de la calma, el poder trabajar sin apuros y a largo plazo. A nuestro cargo están las filmaciones, con todo lo que conllevan en términos de viaje, búsquedas cinematográficas, bibliográficas y sonoras; y los viajes al centro, para los numerosos turnos de montaje. A cargo del centro; nuestra residencia en el castillo, la disponibilidad de estudios y montadores.

Gianni podrá llevar consigo a su mujer, yo tendré la posibilidad de elegir a alguno que me haga de asistente, y que podrá contar con alojamiento en el centro.

(SEGUNDO CAPITULO DE LA INTRODUZIONE DE "UN VIDEO AL CASTELLO - DIARIO DI INCONTRI E DI LAVORO". LIBRO DE SANDRA LISCHI, SOBRE LA EXPERIENCIA DE "PLANETOPOLIS" Y "PLANETOTI NOTES"


La historia comienza en Moscú, en Junio de 1922.

Había sido enviada a fin de seguir el Simposio Internacional de estudios en torno a la herencia de Dziga Vertov, organizado a la Dom Kino (Casa del Cine) del EDI. Entre los ponentes estaba Gianni Toti, poeta y videoartista, que en Moscú proyecto con éxito sus videopoemas, inspirados en Majakovski y Lili Brik, en Chlebnikov, en las utopías artístico-políticas y los cineastas sovieticos de los años veinte. Conozco a Toti desde hace muchos años, nos encontrábamos en los festivales de cine y video, lo he hecho venir a Pisa, a la universidad, varias veces, he escrito sobre su obra, y entre mis artistas favoritos yo lo tengo por uno de los más importantes dentro del panorama del video a nivel internacional.

Antes de marchar dijimos que no estaría mal llevarnos una tele cámara. Ni yo ni él la habíamos usado jamás: yo porque mi oficio es otro, el porqué para sus trabajos ha tenido siempre a su disposición grandes operadores.

En Moscú, teníamos por tanto una pequeña tele cámara (no digital) que tratamos de usar de manera torpe y empírica, registrando una ciudad distinta a la que ambos habíamos conocido (de manera y en tiempos distintos) en tiempos precedentes. La idea era realizar un pequeño video sobre Vertov, un VertoViaggio lo llamo rápidamente Toti con uno de sus juegos de palabras habituales; un homenaje al cineasta y a su mirada sobre Moscú, pero también un diario de las jornadas del congreso, en el cual participaban, entre otros; Chris Marker (el cual filmara también en este periodo algunas imágenes para Le tombeau de Alexandre), Paul Garrin, Ermeline Le Mezo, Artavadz Pelechian, Fernando Birri…en el avión Gianni relee algunos textos de Vertov, probamos a imaginar un proyecto.

Se entrecruzan, en esa semana de intensas discusiones y largas peregrinaciones urbanas, el revisionismo cultural de “tras el muro”, que tiende a devaluar la parte política de Vertov y a separarla de la artística, y la degradación de una ciudad atravesada por grupos de personas en la miseria; niños y mujeres que piden limosna, o vendedores de improvisados productos.

Toti, comunista no arrepentido, y atravesado por continuas tristezas, interroga y se interroga sin tregua. Durante esos días he anotado; “Me atraviesan las más diversas emociones. Camino por el Arbat, niños me tiran de la manga pidiendo dinero, todos venden algo, todos piden algo. La tele cámara la dejamos balancearse, y quizás registre esta angustia, como un jadeo: las banderas rojas, los bustos de Lenin, los viejos uniformes… la tumba de Majakovski, la de Vertov…

Como buen secuaz del Cineojo, Toti dice que no desea jamás filmar como vemos con el ojo desnudo: así, en el paso subterráneo que lleva a la Plaza Roja empieza a bailar al ritmo de un grupo de músicos de jazz, con la tele cámara en la mano, desvinculada del ojo, que sigue los saltos; del autobús que nos lleva de La casa del veterano del Cine a las afuera de la ciudad, a la Dom Kino. Tuerce la tele cámara para captar de modo no realístico las calles y las casas; en el metro encuadra tan solo los frescos de las cúpulas; se filma en los espejos y en los reflejos de los negocios, estaciones, mercados, probando maravillado el efecto del Zoom; registra las bellas imágenes en blanco y negro que decoran, las imágenes de celebres cineastas soviéticos, la gran estatua de Majakovski, los músicos de la calle… nos pasamos la tele cámara y tomamos una gran cantidad de imágenes y sonidos. También dentro del congreso, y de nuestros compañeros de viaje. Excepto de Marker, que como ya se sabe no desea ser encuadrado y se esconde tras las columnas, o entre la gente, cada vez que ve una tele cámara o una máquina de fotos frente a él.


(PRIMER CAPITULO DE LA INTRODUZIONE DE "UN VIDEO AL CASTELLO - DIARIO DI INCONTRI E DI LAVORO". LIBRO DE SANDRA LISCHI, SOBRE LA EXPERIENCIA DE "PLANETOPOLIS" Y "PLANETOTI NOTES"